25 ene 2013

De lo difícil que es recomendar libros

25 ene 2013

5 floritos
Ahora que Obama está en la gloria  luego de juramentar por su nuevo mandato y Hugo Chávez no puede hacer lo mismo, creo que por salud (ya ni sé cual es la verdad), recuerdo cuando hace unos años, se les veía felices y hasta uno proponía como gran "negocio" una de las actividades humanas más riesgosas: recomendar libros.

Si a veces elegir un regalo es difícil, recomendar un libro puede ser una tarea titánica. Pues recomendar libros es algo muy personal, donde todo es subjetivo 100% y uno puede sentir cierta reticencia en mostrar sus gustos más íntimos.

Bien visto el problema, uno puede encontrarse frente a dos situaciones: 1) Cuando recomiendas a gente lectora 2) Cuando recomiendas a gente que no suele leer.

El primer caso en realidad no es tan difícil: puedes proponer cualquier cosa. Lo difícil es que te pidan que les recomiendes algo y yo no suelo hacerlo a menos que me lo soliciten. De otro lado, si la persona es hiperarchilectora, ahí si es bien complicado sugerir alguna obra: son gente que "lo ha leído todo" y esta modesta ave de corral (que hasta ahora no ha tocado libros de autores básicos como Balzac, Faulkner, Nabokov, etc. qué vergüenza) por más que exprima su cerebro, dudosamente soltará algún nombre recontra caleta que satisfaga al erudito.

El segundo caso es más complicado todavía (si no vean lo que pasaba cuando me pedían recomendaciones en mi ex-chamba). Para darse una idea previa, lo más saludable es preguntar al interlocutor qué tipo de libros/autores le gustan. Lo más probable es que responda "ninguno". Ahí se puede interrogar por algún libro que le haya impactado (lo más probable es que respondan nuevamente "ninguno"). Y es que si no se conoce mucho a la persona y menos aun se tiene idea de sus gustos, la misión es casi imposible: es como recomendar música o una película a alguien del que no sabes si le gusta la salsa o las films de terror. ¿Vale la pena dar una respuesta a ciegas? Lo mejor ahí es declinar gentilmente de la oferta.

No obstante, del análisis de las motivaciones del potencial lector ("mi televisor se quemó", "tengo que viajar 1 hora en el Metropolitano", "estoy depre") uno puede arriesgarse a sugerir algún volumen que satisfaga la necesidad de entretenimiento o conocimiento de la persona que pide consejo. Aunque, reiteramos, lo mejor es declinar gentilmente de la oferta.

Si soltaste un título (y encima lo prestaste de tu biblio) pueden pasar dos cosas:
1) Que tus gustos sean malintepretados (nunca falta alguien - chicas sobretodo- con las que puedes quedar como un enfeeeeermo por algunas escenas de Ensayos sobre la ceguera e incluso con inocentadas como Tokio Blues.
2) Qué ni siquiera pasen de la tercera página del libro, porque les causaba bostezos o ni siquiera eso: una total indiferencia, como quien lee la guía telefónica. Sinceramente, no me da tanta pena que maleteen algo que uno aprecia tanto, lo que sí me deprime es haberle hecho perder el tiempo a otra persona, realmente me siento mal. Ambos finales no son muy felices.

Sin embargo, el recomendador experto puede percibir que existe otra situación que escapa a nuestra clasificación: la recomendada "anónima" por Internet. Ahí sí me explayo a gusto, como no me ven ni los veo, no me incomoda. Además en los blogs o webs tienes más elementos para saber que le puede agradar a tu interlocutor. Y encima no hay presión alguna hacia el potencial lector, la que sí hay en la recomendación "en vivo", más aún cuando le prestaste el libro y lo interrogas sutilmente para que te diga en qué parte va (en realidad solo quieres que te lo devuelva porque se lo prestaste el 2005).

Más o menos, eso es lo que puede pasar si recomiendas un libro. Claro, también puede pasar que tras tu recomendación el libro pase del puesto 60273 al 2 en el ranking de ventas de Amazon como paso tras la recomendación de Chávez. Sin embargo, releo y noto que, una vez más, hemos obviado otra posibilidad que se puede dar: la persona que no suele leer seguido, pero que tiene mucho entusiasmo y que de todas maneras va a leer por lo menos un libro que le digas, porque:

1. Es más terco que una mula.
2. Su nota depende de ello
3. Una de sus resoluciones del nuevo año es leer más (y efectivamente lo hará: el año pasado no leyó nada, este año leerá 1 libro).
4. Etcétera.

Como vemos, existen muchas otras situaciones en las que puedes encontrarte ante el dilema citado. Esto, en términos generales, deriva más en una pregunta cuasi filosófica: ¿Qué libro le recomendarías a alguien que no le gusta leer? Pero ese ya es otro tema, del que hablaremos, tal vez,la próxima semana.
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18 ene 2013

Viajar libros (4): El "rally Dakar"

18 ene 2013

4 floritos
A pesar que ya estoy un poco aburrido de las noticias del Rally Dakar, y que soy indirectamente culpable de uno de sus distintivos, recuerdo todavía lo bien que la pasé en mi travesía por ese recorrido, rumbo a Argentina.

Atravesé el sur de la costa peruana hasta Tacna y de ahí pasé a Arica. En esta ciudad pagué con un billete de Gabriela Mistral un "avemayo" (así le llaman al pan con pollo), luego de un paseito por la Plaza, cerca del busto de la poestisa que fue Premio Nobel, con el morro de fondo.



Sería un poco ocioso comentar sobre el paro de transporte en Bolivia, como quedé varado en la puna o los problemas con la policía chilena. Voy a ponerle quinta y resumir diciendo que la ruta del Dakar (y la que yo seguí) va de Arica a Calama, atraviesa el desierto más árido del mundo para llegar a San Pedro de Atacama y luego de muchas horas y previo pase por los controles fronterizos, pasé por Jujuy y de ahí a la bellísima ciudad de Salta. Lamentablemente el cansancio y el tiempo me impidieron hacer una revisión más bibliográfica en Salta. A pesar de eso, en esta ciudad, cerca de la Plaza, pasé por una linda tienda de amplias vitrinas, con libros novedosos y coloridos, una versión mejorada de Ibero, donde no llegué a entrar, pues apuré el paso para comer algo, luego de día y medio sin probar bocado. Por San Miguel de Tucumán solo estuve de paso y fue recién en Córdoba donde, puede explorar librerías con total comodidad.

Ya desde que vi los kioskos de periódico sentí la pegada (son enormes comparados con los de acá) y no solo hay un montón de diarios y revistas sino también bastantes libros, incluso Anagrama. Por acá sería difícil conseguir, por ejemplo Amuleto de Bolaño en un kiosko.

Caminé por la Avenida General Paz y entré a la primera librería de viejo que encontré, algo similar a las que hay por la Av. Camaná, un poco carera, pero bastante amplia (atendían cuatro personas). Más que el tamaño, lo que me gustó fue el orden: nunca había visto que un puesto sea tan ordenado y con tantas secciones (con sus respectivos cartelitos): novela policial, romántica, ciencia ficción y cada uno ordenaba los autores alfabéticamente. Sin contar grandes estantes para Historia, Filosofía, Ciencia, etc.

Si así es un puesto de libros usados, las librerías grandes son buenazas. En Córdoba debe haber más librerías que en Lima, a pesar que tenemos 6 veces más habitantes. Una cuadras más allá está la sucursal de El Ateneo (que debe ser la cadena de librerías más grande de Argentina): realmente un paraíso. Lástima que me dijeron que no se podía tomar fotos (en otras sucursales no pasaría esto). Igual la tomé rápido, pero salió movida.

En la siguiente cuadra se llega al cruce con la Avenida Dean Funes, el centro del comercio de libros, donde tenemos un montón de librerías: por ejemplo "Maidana", "Rubén Libros", "Libros Moreno" o "Cúspide" entre muchas otras.

Aunque la más alucinante es, sin duda, "El mundo del libro", que ocupa toda una esquina, donde hay incontables Anagrama, Tusquets, Emecé y bastantes obras de Philip K. Dick, John Cheever, Georges Perec y otros autores que no se encuentran mucho por mi barrio.



Fue una cuadra más allá, en la calle Obispo Trejo, donde encontré la tienda de saldos Macao (algo así como el RIGUSE de las Ferias). Libros buenos y nuevos, pero baratos. Había bastante para elegir, pero me decanté por tres: La moneda de hierro de Borges y Republicanos de Iwasaki (que lo remataban a un equivalente a 15 soles). De ambos comento un poco aquí. La mayor sorpresa fue encontrar el tomo II de Relatos de John Cheever, en otros sitios estaba en 219 pesos, preo allí lo encontré a 140 pesos y en perfecto estado, sobretodo considerando que el segundo volumen es más difícil de encontrar que el primero.



Pero así como Córdoba es un paraíso para los amantes de los libros (y para muchas otras cosas) también tuvo sus malos tiempos. Luego de descansar un rato en la Plaza San Martín, llegué hasta el Pasaje Santa Catalina, donde se encuentra el que era el Departamento de Informaciones de la Policía de Córdoba el cual fue un centro de detención y tortura durante la dictadura de Videla.

Fue chocante conocer por dentro las instalaciones y descender a las mazmorras donde se martirizaba a los presos, pero otras de las cosas que más me sorprendió fue la sección denominada "libros prohibidos". No solo se encontraban libros que, podría pensarse, difundían ideas contrarias a la visión de los gobernantes de entonces o libros de una posición política particular, no. En la enfermiza mentalidad de los militares de aquella época, se prohibían libros como la Biblia e incluso libros para niños como Dulce de leche o Un elefante ocupa mucho espacio porque decían que "agravia la moral" (wtf?) u otros censurados porque "prevalece el compañerismo antes que la autoridad".



Los libros pueden ser difundidos o censurados, adorados o prohibidos. Según el diario La Opinión del 30 de abril de 1976, en Córdoba de aquella época se ordenó una quema colectiva de libros, entre los que se hallaban obras de Proust, García Márquez, Cortázar, Neruda, Vargas Llosa, Saint-Exupéry, Galeano... en fin... 



Estas cosas deprimen, pero sin duda, a pesar de la fatiga, los kilómetros, las dormidas en cualquier sitio y las comidas salteadas, mientras paseaba por la rivera del hermoso río Suquía, sólo me quedaba alegrarme de la suerte que tengo.



Próxima parada: Rosario.




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13 ene 2013

Peruanos (vivos) que vale la pena leer: Luis Loayza

13 ene 2013

12 floritos
Además de Mario Vargas Llosa y Alfredo Bryce, existen otros escritores peruanos vivos que merecen ser más leídos o conocidos en el mundo. O que al menos a mí me gustan, para ser más sinceros. No son muchos tampoco: uno de ellos es Luis Loayza.

Había escuchado hablar bastante de él, y recién hace unos cinco años pude disfrutarlo (en esa época sus libros eran mucho más difíciles de hallar). Felizmente luego se publicó su producción en dos tomos: uno de relatos y otro de ensayos. Producción breve, casi marginal. Loayza es de la mancha de MVLL y más o menos de la época de Ribeyro, pero incluso más caleta y tímido que él (aunque parezca imposible). Pero escribe como los dioses.


Su primera obra El avaro (1955) es, quizás, su mejor libro. Relatos muy cortos, casi ninguno pasa las dos carillas, prosa suelta un poco en la onda de Prosas Apátridas, pero más poéticas. Cada palabra cae precisa e irremplazable, como una piedra preciosa. Sus frases, relajan, desestresan, me es difícil elegir un texto, pero me quedo con uno que ni siquiera tiene un título al inicio pero que lo compensa con un excelente final en el que el protagonista se siente feliz de vivir sin estudiar ni trabajar concluyendo que está bien así pues "No habré perdido mis años contando monedas, inclinado sobre escrituras, escuchando palabras inútiles".

Su primera (y única) novela es Una piel de serpiente (1958). Creo que es la primera novela que relata toda la atmósfera limeña de los 50: Miraflores, el Centro, la bohemia universitaria y la vida durante el Ochenio de Odría. En eso sin duda se adelantó a Los geniecillos dominicales (1964) o Conversación en La Catedral (1969) y se lee definitivamente más rápido. Una novela breve, pero con elementos muy limeños: la melancolía, la cadencia lenta de las acciones y los diálogos (a pesar que suceden muchas cosas) la frustración de los personajes. El final es muy bueno, para mí mejor que el de las novelas mencionadas.

El sol de Lima (1974) es su primer libro de ensayos y demuestra la maestría de Loayza en el género. Básicamente, son ensayos sobre autores peruanos: Garcilaso, el Lunarejo, Ricardo Palma, etc. pero también discurre por algunas obras (como La casa verde o Crónica de San Gabriel) e incluso algunos tienen tema libre, como en los que habla de la presencia peruana en algunas obras de autores europeos: Stendhal, Proust, Henry James, entre otros. Regresaría a la narrativa breve con Otras tardes (1985) texto del que ya comentamos un poco aquí. A diferencia de El avaro, son cuentos más largos, de personajes entrañables, de silencios y ambigüedades.

Tiene otros dos libros de ensayos: Sobre el 900 (1990) y Libros extraños (2000). Con el primero cierra un poco la paleta, con el segundo la abre. Y es que Sobre el 900 analiza exclusivamente autores peruanos de esa generación como Ventura García Calderón, Abraham Valdelomar  o Mariátegui dándoles un matiz interesante a una época y estilos que parecen tan alejados al actual, cuando es todo lo contrario. En Libros extraños, por el contrario, se pasea por varias épocas y estilos: Joyce, Las mil y una noches, Borges. Loayza era, desde muy joven, bastante abierto a todo tipo de literaturas: no en vano Vargas Llosa cuenta en El pez en el agua que gracias a su amigo Lucho descubrió al autor de El Aleph. Esta versatilidad también la plasma en su papel de traductor: pasó al español algunos libros de Thomas de Quincey como Confesiones de un fumador de opio y Suspiria de profundis (y dicen que el propio Borges, que adora a este autor inglés, tenía estas traducciones en su biblioteca personal).

Encontrar a un autor como Loayza es una gran suerte. Y es que encontrar un buen libro es encontrar esa persona en común, que piensa como nosotros, siente como nosotros y que pensábamos que no existía. Leyéndolos notamos lo poco originales que somos y como nuestras cavilaciones, que creíamos tan profundas y complejas, se pueden resumir en unas cuantas páginas y un par de metáforas olvidables.
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