11 may 2015

¿En el Perú se lee (libros)?

11 may 2015

Hace dos semanas, comentábamos como, en muchas ocasiones, cuando se estaba aparentemente difundiendo o promoviendo la lectura, en realidad solo se estaba promoviendo un tipo particular de lectura, que es la lectura de libros.



Al respecto, existen estadísticas que señalan que, al menos en Lima, el 79% de la población lee periódicos, de hecho según el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC), somos el país que más lee diarios en Latinoamérica

Sin embargo, respecto a la lectura de libros, no solo estamos lejos de la cima en la región sino que, de acuerdo a otra investigación, un 26% de peruanos nunca en su vida ha leído un libro.

Este tipo de datos son importantes en el tema de la difusión de la lectura. Parece lógico que, antes de iniciar cualquier acción a favor de algo, sería pertinente preguntarnos cual es la situación al respecto en nuestro país. Partimos del supuesto que, si una actitud es moneda corriente en la población, es probable que no sea necesaria su difusión masiva. Es decir, así como en ciertos países nórdicos se fomenta la natalidad entre las parejas, este tipo de promociones serían impensables en  nuestro país por razones obvias. Si en el Perú se lee, entonces no es necesario difundir la lectura. Quizás no sería necesario tampoco escribir esto.

Creo que en nuestro país adolecemos al respecto de un claro “estado de la cuestión”. En términos generales, los números nacionales al respecto son bastante desalentadores, como comenté en este post. Según los resultados obtenidos por el estudio “Hábitos de lectura y ciudadanía informada en la población peruana-2004” (Biblioteca Nacional del Perú-Universidad Nacional de Ingeniería) del total de población en capacidad de leer (alfabetos), 26% manifiesta no hacerlo. El resto (74%) alcanza a leer en promedio poco más de un libro al año. Un libro al año es nada comparado con los promedios internacionales. Este 74% de "lectores" se reduce a 55% de acuerdo a los criterios de CERLALC. Estamos en los últimos puestos en libros leídos por persona (click en el capítulo 2). Y eso, asumiendo que la gente entiende lo que lee, porque estamos antepenúltimos en eso.

En resumen, estamos en la cola. Ojo que los datos son sobre lo que la gente lee, no sobre lo que compra, y es que si hay una diferencia.  

Sin embargo, a pesar de la desfavorecedora estadística, un gran número de editores, especialistas o vendehumo postulan lo contrario. A su favor mencionan la mayor producción de libros, el aumento en las ventas y la cantidad de piratería.  “¡Pero, claro que se lee!” me responde un amigo “si no, no existirían Quilca o Amazonas”.

Otro ejemplo que se suele mencionar es el de las promociones de los periódicos. Son baratos y de regular calidad, por lo que se venden como pan caliente (la tirada a veces bordea los cuarenta mil ejemplares). Además se presentan como colección, por lo que muchas personas compran libros que originalmente no les interesaban, para tener el listado completo. Resumiendo: se compran un montón de volúmenes. ¿Cuántos se leen? He ahí la cuestión.

Creo que el error radica, como mencionamos en otro post, en confundir el comprar un libro con leerlo. Son dos cosas muy distintas y no necesariamente relacionadas. Muchas veces se compra libros porque se considera un buen regalo, porque nos han obligado en la universidad o el colegio, porque lo necesitamos para la oficina. Pero no quiere decir que lo leamos. Probablemente sólo consultemos una parte y luego lo olvidemos. Algunas personas hasta consiguen obras por motivos estéticos: “¡Qué linda se vería la sala si en esa repisa ponemos algunos libros!”.

Y es que parecería difícil para algunos pensar en leer como una diversión popular e incuestionable con la extraordinaria gama de opciones para distraernos que tenemos en la actualidad. Internet, playstation, películas y series, música en todos los formatos, televisión por cable, etc., ventajas de las que no gozaban los lectores de hace cincuenta años.

Pero si nos vamos a la otra posición –la que indica que en nuestro país la lectoría de libros es bajísima o inexistente– el dilema se mantiene. No se puede afirmar tan fácilmente el rechazo a la lectura. Por ejemplo, en los colegios, más de un alumno podría callarse o mentir ante una encuesta para evitar las burlas de sus amigos y quedar como nerd (en otro contexto alguien podría mentir en una encuesta para “no quedar mal”). Y al margen de las encuestas, y a diferencia de los que compran libros, una persona que nunca compra y nunca ha sido encuestada podría leer muchísimo simplemente prestándose de amigos o yendo a una biblioteca, sin dejar mayores rastros de su proceder con lo que no habría manera de contabilizarlo en las filas de lectores. Y si a esto le sumamos la escasez  en nuestro país de espacios de diálogo sobre estos temas podemos concluir que es difícil saber, con total certeza, si nuestra nación es lectora de libros o no.

Hay que tener en cuenta que incluso las estadísticas y encuestas en esta materia son bastante desactualizadas, lo que demuestra que el estado de la cuestión sigue siendo poco claro.

En resumen, es relativamente arbitrario inclinarse por una respuesta o la otra. En la actualidad, no podemos todavía afirmar algo al respecto con total seguridad. Esperemos que en el futuro se puedan hacer investigaciones rigurosas que nos lleven a mejor puerto. Al margen de esto, aun en el caso en que en el Perú se lea bastante, en teoría siempre se podría alentar más esta conducta. La pregunta sería ¿para qué?

La respuesta, tal vez, la próxima semana.
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